Villa Urquiza, 21 de marzo de 2011, 9:30am.
En la cortadita de Valdenegro y la vía, un Lunes radiante por la mañana, los vecinos sueltan sus perros, podan las plantas de sus veredas, salen a sus trabajos. El Verano se aleja lentamente, y la tranquila vida del barrio se desenvuelve en una mañana tibia, entre ecos lejanos de noticias de guerras y nubes radiactivas.
Todo es placidez aquí, cuando entra el camioncito Hyundai hasta el final de la cuadra, donde se encuentra la gran reja que, infranqueable, separa el asfalto del terreno del ferrocarril Mitre/J.L. Suárez. El camión, conocido para nosotros, como siempre, viene lleno de bidones blancos. Sería inocente de nuestra parte pensar que por equivocación se internó en una calle sin salida como esta. Ya conocemos del contenido de los bidones, confesado como "fosato" por uno de sus capataces el año pasado. Ya conocemos el manejo que hacen de estos bidones, de modo que no nos sorprende que sean arrojados por encima de la reja de tres metros y caigan aparatosamente. La cuadrilla de fumigadores se encuentra en el terreno del ferrocarril, a escasos cinco metros de las casas. No es del todo casual que los descubramos. Ya fuimos testigos de media docena de fumigaciones en estos barrios, y siempre es el mismo camioncito blanco, siempre los mismos trajes blancos y los mismos bidones. Hay vecinos en permanente estado de alerta, y el ojo ya está entrenado.
Los estudios del Dr. Andrés Carrasco, validados en publicaciones internacionales de incuestionable trayectoria, las innumerables denuncias por enfermedad, malformaciones, intoxicación y alergias, los trabajos y testimonios de médicos de todo el interior del país, no han sido suficientes para que el Gobierno de la Ciudad ejerza el debido poder de policía ( que nada tiene que ver con la policia metropolitana, ni con las cámaras de alta resolución que espían a los vecinos en gran parte de la ciudad, ni con el plan de seguridad ), como le corresponde en su jurisdicción, siendo que las substancias fumigadas o rociadas son llevadas por el viento a las casas vecinas, a las verdulerías y kioskos de revistas mientras los bidones son transportados por toda la ciudad, y los rociadores son recargados en los pasos a nivel sin el menor cuidado de los peatones que por allí transitan. Todo esto sin contar los trenes, que atestados de pasajeros en hora pico pasan a través de una nube tóxica con sus ventanillas abiertas.
Pareciera que la inconveniencia política de sancionar una ordenanza contra las fumigaciones, o específicamente contra el glifosato en la Ciudad de Buenos Aires (donde Monsanto suena como principal empresa transnacional asociada a este tóxico) se antepone a la exposición innecesaria de los ciudadanos a un cuestionado veneno agroquímico.
Sí, sabemos que los ferrocarriles circulan en terrenos federales, pero también es obvio que al intendente de nuestra Ciudad le importa muy poco el tema, ya que han sido ordenanzas y leyes sancionados en los partidos limítrofes los que prohiben las fumigaciones de herbicidas en terrenos del ferrocarril , tales los casos de Vicente López, Lomas de Zamora, etc.
No podemos creer que la desidia y el desinterés lleguen a tanto, por eso inferimos intereses políticos y económicos. Es cierto que el glifosato está clasificado en nuestro país como un tóxico casi inocuo para la salud humana. Pero también es cierto que en la Unión Europea está clasificado como ALTAMENTE tóxico. Y también es cierto que el sistema de clasificación de agrotóxicos utilizado en nuestro país (DL50) de ninguna manera contempla los daños crónicos que éstos puedieran causar, es por ello que cáncer, malformaciones congénitas, interrupciones de embarazos, alergias, afecciones pulmonares etc. no configuran la más mínima sospecha oficial en contra de los agroquímicos.
Queremos destacar el hecho de que es una fumigación o pulverización de gran magnitud, donde cuatro o cinco operarios rocían VENENO con mochilas motorizadas, no en el campo (no estamos diciendo que sea inocuo en ese caso) , no en una emergencia sanitaria como una invasión de ratas o mosquitos transmisores de enfermedades, sino en el corazón de el centro más densamente poblado del país. Esta tarea se lleva a cabo en presencia de personal de TBA en el caso de la Linea Mitre, y con apoyo logístico de un camión que provee una veintena de bidones con los que se cargan las mochilas y se traslada a la cuadrilla.
¿Y porque?
Bueno, aunque dé vergüenza ajena decirlo, es porque fumigar, aún con el consiguiente riesgo de envenenar y enfermar a los vecinos, es unos pesos más barato que pasar regularmente con máquinas para cortar el pasto. Ya que el Glifosato y los peligrosos componentes que acompañan su preparación, se pulverizan con esa finalidad: para que no crezca el pasto.
Difícil de creer no?
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por favor, difundir.